En el día en memoria de las víctimas del holocausto, recordamos a las #Mujeres LTB

Si asumimos que si aprendiéramos más acerca del Holocausto, tendríamos los instrumentos para tener la seguridad de que nunca pueda volver a suceder. Y, sin embargo, somos conscientes de muchísimas atrocidades y muchísimos asesinatos en masa durante los años transcurridos desde entonces, y en la mayoría de ellos hemos visto cómo las mujeres eran objeto preferente de los abusos. Además, recientemente hemos contemplado el horroroso fenómeno de la violación utilizada como arma de guerra.

Esto podría llevarnos a la conclusión de que no hemos avanzado nada desde el Holocausto. Pero, al mismo tiempo, también hemos visto algo que jamás sucedió durante el Holocausto. Hemos visto a la comunidad internacional ponerse en pie, hablar claro e intentar detener estos genocidios. También hemos visto a la comunidad internacional definir los ataques concretos contra las mujeres como crimen de guerra, y la violación como crimen de lesa humanidad.

Mientras nos estremecemos de terror ante los genocidios del presente en la antigua Yugoslavia, Rwanda y Darfur, por poner unos ejemplos, deberíamos pensar también en que podrían haber sido mucho peores y mucho más dilatados en el tiempo si se hubiesen ignorado estos sucesos, y si se hubieran encontrado con el silencio de la comunidad internacional que prevaleció durante el Holocausto.

Por lo tanto, aunque sabemos que la comunidad internacional puede y debe hacer más, también debemos señalar las diversas maneras en que las lecciones del Holocausto han ayudado ya a cambiar el curso de la historia reciente.

Algunas mujeres – como Haika Grosman en Bialystok – eran lideres o miembros de organizaciones de la resistencia en los ghettos. Otras mujeres participaron activamente en la resistencia armada de los campos.

En Auschwitz, Ella Gartner, Regina Safir, Estera Wajsblum, y Roza Robota proveyeron la pólvora que los prisioneros del Sonderkommando usaron para volar una cámara de gas y matar a varios guardias SS en octubre de 1944.

Otras mujeres participaron activamente en las operaciones de ayuda y rescate de los judíos en la Europa ocupada. Entre ellas, la paracaidista judía Hannah Szenes y la sionista Gisi Fleischmann, cuyo Grupo Trabajador (Pracovna Skupina) intentó parar las deportaciones de judíos de Eslovaquia.

Dicho lo cual, la sexualidad de las mujeres en los momentos del holocausto «era inexistinte» para el imaginario colectivo, lo que conllevaba que prácticamente no existían las mujeres lesbianas, bisexuales y trans.

Pese a esto, con penas más leves que los homosexuales varones, en la Alemania nazi las mujeres lesbianas debían llevar sobre su pecho la insignia del triángulo negro dentro de los campos de concentración.

En 1935 un juez rehusó incluir una pena a lesbianas, ya que según su argumento, eran «más difíciles de detectar«. Por ello, durante el régimen de Hitler, cualquier marido podía denunciar a su mujer y a otras por conductas homosexuales. 

No podemos olvidar que Alemania tuvo una vibrante comunidad LGBTI en los años posteriores a la I Guerra Mundial. Una de las estrellas cinematográficas más grandes de la época, Conrad Veidt, incluso retrató al primer personaje gay del cine en Different 1919 Different from the Others  , una película escrita por el reconocido sexólogo Magnus Hirschfeld, cuyo trabajo posterior sería vital para las primeras investigaciones sobre los aspectos biológicos de la identidad trans.

Era la época en la que los primeros experimentos en reemplazo de hormonas estaban en marcha en Viena. Un cirujano había introducido exitosamente testículos trasplantados en una conejillo de Indias, y señaló que “la línea de demarcación entre los sexos no es tan nítida como generalmente se da por sentada”. Le interesaba el género, pero finalmente eligió una ruta más rentable y ayudó a los hombres mayores a aumentar su testosterona con una cirugía.

Las concepciones nazis de raza, género y eugenesia dictaron la política hostil del régimen nazi sobre la homosexualidad, entendida como término paraguas. 

A los pocos días de que Hitler se convirtiera en canciller, comenzó la represión contra los homosexuales y las lesbianas. El 6 de mayo de 1933, los nazis saquearon violentamente y cerraron el Instituto de Ciencias Sexuales, quemando su extensa colección en las calles. Otras organizaciones también fueron cerradas. 

Las leyes existentes se endurecieron y se alentó a los tribunales y la policía a tomar medidas draconianas. Un número desconocido de personas LGTBI alemanas huyeron al extranjero, celebraron matrimonios para parecer ajustarse a las normas ideológicas nazis y experimentaron graves traumas psicológicos. La cultura gay berlinesa se perdió.

La policía estableció listas de personas homosexualmente activas. Los registros de 1937-1940 incluyen los nombres de más de 90,000 sospechosas/os. 

Se detuvo a un número significativo de hombres homosexuales, de los cuales aproximadamente 50,000 recibieron severas condenas de cárcel en condiciones brutales. 

La mayoría de los homosexuales no fueron enviados a campos de concentración, sino que fueron expuestos a un trato inhumano en las cárceles de la policía. Allí podrían ser sometidos a trabajos forzados y torturas, o ejecutados o experimentados. 

Los nazis deshumanizaron a los prisioneros en sus campos y en algunas de sus cárceles al darles un símbolo, que los codificaba según el motivo de su detención, y les asignó un número para reemplazar su nombre. 

Entre 10 y 15 mil personas fueron deportadas por su homosexualidad en los campos de concentración. A muchos, pero no a todos, se les asignaron triángulos rosados invertidos. 

La mayoría murió en los campos, a menudo por agotamiento. Muchos fueron castrados y algunos sometidos a horribles experimentos médicos. Se llevaron a cabo acciones colectivas de asesinato contra detenidos homosexuales, exterminando a cientos a la vez. 

Durante la redacción de 1935 del Párrafo 175 en Alemania, hubo mucho debate acerca de si incluir el lesbianismo, que no había sido reconocido en la versión anterior. 

En última instancia, las lesbianas no se incluyeron en la legislación y, posteriormente, no fueron blanco de la misma manera que los hombres homosexuales. En Austria, después de  Anschluss  (la anexión de Austria a la gran Alemania bajo el régimen nazi), un debate similar llevó a la inclusión del lesbianismo en el código penal. 

Las lesbianas sufrieron la misma destrucción de redes comunitarias que los hombres homosexuales. No se les permitió jugar ningún papel en la vida pública y, por lo tanto, a menudo experimentaron una doble desventaja económica.

Después de la guerra, los aliados decidieron no eliminar el párrafo 175 modificado por el nazismo. Ni ellos, ni los nuevos estados alemanes, ni Austria reconocerían a los presos homosexuales como víctimas de los nazis, un estado esencial para calificar para las reparaciones. De hecho, muchos hombres homosexuales continuaron cumpliendo sus condenas de prisión.