
Pondría mi mano en el fuego a que hacía ya unos cuantos añicos que no había tanta gente en la manifestación por la república. Y es que la situación lo merecía, 85 tacos ya de nuestra niña bonita. Justo cuando, esa misma mañana, algunos bufoncillos encorbatados habían montado la de (su) dios por ver ondear nuestra bandera en el ayuntamiento.
Pero qué bien sabe ver tanta conciencia de clase y tanta tricolor y puño al cielo.
La mayoría, muchachas y zagales de mi edad, más de uno educado a base de Fernando Fernán Gómez y versos subversivos, que ya se sabe que en España la poesía destiñe de rojo.
También algún fantasma del pasado, una viejita que decidió sacar el gorro de miliciana -probablemente de su madre- y quienes llevan toda una vida soñando con oír e
l himno de Riego por los bulevares, o La republicana de Reincidentes si se pone usted moderno.
Me llamó la atención la falta de los bloques, esos revoltosos y a menudo impertinentes sindicatillos que eclipsan con banderas de Comisiones Obreras las manifestaciones feministas (Que yo sepa nadie les dio vela en ese entierro) y que ya podrían haber hecho acto de presencia por una vez que la cosa iba con ellos.
La marcha transcurrió aburrida, resguardada por tres o cuatro cánticos rutinarios, sin ese espíritu de estudiante combativo tan zaragozano. Lo habrán gastado en la huelga de la mañana, sí, será eso. Un poema mío dice que hay que “dar la palabra a las gargantas” pero ¿De qué me sirve amores, si las gargantas no me gritan? En fin.
En Plaza España se procedió a la lectura del manifiesto. Una mujer encantadora, no puedo negarlo. Pero el (llamémoslo) megáfono parecía también de los tiempos de Azaña e impidió que el manifiesto, que era bien majo, se oyese tres filas más adelante. El encuentro finalizó al grito de ¡Viva la III república! Y que viva, más que su hermana mayor a poder ser.
Una vez más el pueblo dice que estamos hartas de un paradigma que no comulga con la democracia, y es que en este país les encanta presumir de democracia.
Queremos ver la corona rodando por el tablero, y con ella al heteropatriarcado, la vieja política, esta educación capitalista y su cultura de la incultura.
Ya no es tiempo para la acción de reacción, su pan, su circo y sus cuñados.
Un nuevo amanecer (que nunca es poco) está por llegar y como decía el abuelo “también será posible, que esa hermosa mañana, ni tú ni yo ni el otro la lleguemos a ver” pero hasta entonces compañeras; y cambio y corto:
DELENDA EST MONARCHIA.
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